Una duda asalta a Carmen...
- Yo: ...QUE?
- Carmen: Y donde están el principio y el final?
- Yo: QUE? COMO?
- Carmen: Esto se parece a una historia que yo les contaría a mis pupilos para que ellos pongan el final que les venga en gana...
- Yo: mm no sé. Dejame meditarlo...
... Dos horas después.
- Yo: OK pues! Voy a contar la historia desde el principio. (O al menos desde donde yo considero que es el principio...)
El principio
Todo comienza durante un medio dia soleado entre los plantíos de tabaco del ejido Tierra Generosa en el estado de Nayarit.
Cumpliendo valientemente el encargo de mi madre de llevar comida caliente y recién preparada a mi padre que en esos momentos trabajaba en los plantíos de tabaco propiedad de mi tío el titerito; y digo valientemente porque hay que ser un mocoso valiente(o por lo inconsciente o medio loco; lo mismo da) para sortear montado en una bicicleta dos kilómetros de caminos deteriorados, a veces polvorientos y otras encharcados sin contar con que están atestados de zancudos; marcialmente organizados en formación de cientos o tal vez miles, hambrientos atacando sin miramientos y nublando la visibilidad de todo el que ose a transitar por esos intrincados senderos. Y que decir de los automovilistas que para no sentir, “lo duro y lo tupido del camino”, aceleran a fondo o de los tractoristas que transitan con su complejo de Mad-Max por todo lo alto...
- Mi madre: Andale chiquillo vente a comer para que después lleves lonche a tu papá...
- Yo: No! Mejor ponga más comida y yo como allá con él..
Y así fue... Todo transcurrió normal, como de costumbre. Cero sobresaltos(por favor no contar el trayecto por el camino) me zampé un poco de esa rica carne con chile que mi madre [aun hoy] prepara [y le sale tan deliciosa] acompañado tortillas de maíz recién hechas, un par de tacos de frijoles paseados con queso fresco, todo previamente recalentado en las brazas...
... después de comer me dispuse, como era normal en un niño de mi edad a jugar entre los surcos de las plantas de tabaco súper desarrolladas. Corría de arriba para abajo, de un lado para el otro mientras mi padre me gritaba que le ayudara a “desahijar” las plantas... Era típico ir al río y lanzar piedras, luego regresar corriendo hasta la ramada de “ensarte” donde el olor a tabaco secando era ta intenso que aun hoy lo recuerdo con tanta claridad e intensidad que casi diría que puedo tocarlo.
El caso es que al final del día terminaba todo impregnado por la goma de las plantas de tabaco; la ropa, las manos, la cara y el cabello: pegajosos, negros y chamagosos. Era actividad casi obligada para un chamaco de mi edad explorar toda la extensión y contenidos de la parcela, incluidas las navajas de la ramada de “ensarte”, y como era de esperarse, las agujas para construir las sartas de tabaco(ya algún día les contare la vez que me rebané un dedo por la mitad por andar de curioso).
El caso es que al final del día terminaba todo impregnado por la goma de las plantas de tabaco; la ropa, las manos, la cara y el cabello: pegajosos, negros y chamagosos. Era actividad casi obligada para un chamaco de mi edad explorar toda la extensión y contenidos de la parcela, incluidas las navajas de la ramada de “ensarte”, y como era de esperarse, las agujas para construir las sartas de tabaco(ya algún día les contare la vez que me rebané un dedo por la mitad por andar de curioso).
No mi niño, hoy no
Como dije antes todo transcurría como de costumbre... Ya por la tarde, faltando unas pocas horas para caer el sol mi abuelo Pancho llega, como era también costumbre, en su caballo a visitar los plantíos de tabaco. El estaba solo de pasada pues en sus planes estaba el trabajar por el resto de la tarde en su huerto de hortalizas que el mismo había plantado en la parte posterior de la parcela “el rincón”.
Sabiendo que iría hasta allá y con el hambre de aventura de un chamaquito de escasos 5 o 6 años, extendí mis brazos y le pedí que me llevara. El solo respondió “No mi niño, hoy no”. Me di media vuelta aguantándome para no soltar el llanto, con los ojos llorosos y mis sueños rotos... Mi padre que había presenciado todo, me dijo “ven, ya casi nos vamos”. Mi padre y su padre intercambiaron un par de palabras más: “hay muchos zancudos allá”, le escuché decir a mi abuelo...
Tomando una vara del suelo y pretendiendo que era una reluciente espada laser me olvidé del asunto de acompañar a mi abuelo a “el rincón” tan rápidamente como un niño es capaz. Las sartas de tabaco iban y venían, se les daba vuelta, se les movía de lugar, para que “sequen parejo”; los zancudos estaban embravecidos. Que no había dicho mi abuelo que no me llevaba por la cantidad de zancudos en el rincón? Pues si aquí esta igual... mmjjj, en fin. Mejor me hubiera ido con él.
VAMONOS!!
Mi papá me grita que es hora de irnos, ya casi oscurece; solo queda la penumbra del día que se despide. Esta vez el regreso no representará un despliegue de valentía como la llegada pues usaremos la “cheyenne” guinda en lugar de la bici. Mi padre conduce. Arriba en el área de carga va la bicicleta; ahí mismo voy yo, cómodamente instalado para continuar la maravillosa experiencia de ser niño. No puede faltar mi recién adquirida "vara-espada-laser" que por momentos se convierte en ala de avión y otras veces es escudo anti-mosquitos... 10 minutos después estamos llegando a casa.
- Mi madre: a bañarse chiquillos (a mi hermano y a mi)
Luego a cenar; una pieza de pan y un vaso con leche como era costumbre. Ha sido un día lleno de interesantes actividades, lleno de cosas buenas para recordar en la mente de cualquier infante; hora de ir a cepillarse los dientes y a dormir.
Ah, aun puedo recordar la sensación acostarme sobre mi cama recién bañado, limpio, fresco, con la panza llena y el corazón contento.
Así transcurría la vida durante las tardes soleadas entre los plantíos de tabaco, al menos así la recuerdo, de aquel "yo" que era un chiquillo de mi edad hace mas de veinticinco años ya.
Ah, aun puedo recordar la sensación acostarme sobre mi cama recién bañado, limpio, fresco, con la panza llena y el corazón contento.
Así transcurría la vida durante las tardes soleadas entre los plantíos de tabaco, al menos así la recuerdo, de aquel "yo" que era un chiquillo de mi edad hace mas de veinticinco años ya.
Continuará...
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